TODO UN PUEBLO ACOMPAÑA LA AGONIA DE LA NEGRA


La gravedad de la salud de Mercedes Sosa ha despertado los sentimientos más profundos de los sectores sociales más variados del país. En la calle, negocios, disquerías, plazas, el sanatorio o al pie mismo del Obelisco, todos le rinden homenaje en una vigilia conmovedora.

Pareciera que las caras que se cruzan habitualmente con la indiferencia del paso agitado en Florida y Corrientes, pleno centro de la Capital Federal, esta vez se buscan esperando respuestas. Nadie lo dice, nadie lo expresa con palabras, pero el tema está en el aire, se puede palpar.

Estamos todos en la víspera de una de esas noticias que nos van a marcar. Para muchos, comparable a la conmoción de la muerte de Carlos Gardel, el renunciamiento de Eva, el doping positivo de Maradona en USA '94 o la desaparición del General Perón en 1974.

Quizás con otro estilo, con la tecnología acompañando cada detalle, cada parte médico, cada testimonio que asome de la boca de algún conocido. Se nos está yendo Mercedes Sosa, ese ícono de la música popular argentina que llevó su dulce voz por el mundo, rincón por ríncón, levantando bien alto su orgullo por ser imagen e insignia de estas tierras. Porque la Negra es a la Argentina lo que Frank Sinatra a New York, Edith Piaf a París, Mac Cartney a Liverpool, Serrat a Barcelona o Pavarotti a Italia.

La tucumana, en medio del lamento de todo un país, está empacando sus cosas para ubicarse al lado de Gardel. Será como el Zorzal Criollo y Maradona, sinónimo de nuestro país, fronteras afuera. Por eso la conmoción, por eso el dolor que se advierte en cada calle...

... en esas tres decenas de jóvenes que se juntaron espontáneamente en el pie del obelisco para, como en los fogones de los 70, interpretar canciones que popularizó la Negra.

... o en las lágrimas de Daniel Colla, el cantante del pub Ienos, de Villa Urquiza, que en esta noche de jueves deja de lado a Sabina y a Serrat para dedicarle un repertorio a Mercdes.

... o en las cadenas de oraciones de esos diez tucumanos que están en la puerta del Santísima Trinidad, esperando que se produzca el milagro que la ciencia trata de empujar...

... o en la versión almibarada de Gracias a la Vida que asoma en la puerta del Musimundo de Florida y que congrega a los transeúntes habituales que, esta vez, hacen un alto para conmoverse una vez más con la caricia de la versión más hermosa que se pudo escuchar de la creación de Violeta Parra. Gerardo, un vendedor de otra disquería de la Avenida de Mayo, dice que desde jóvenes hasta ancianos se acercaron para comprar la última obra de la Negra. Y que ya no quedan más. Pero que con la parca que se acerca, el negocio va a crecer muchísimo porque va a reflejar el cariño de la gente. Y, también, la avidez de los argentinos para quedarse, al menos, con un poco de la voz de la tucumana.

... o en las horas y horas de programas, noticieros y flashes televisivos y radiales que le están dedicando a la carrera de Mercedes. Pareciera que no hay espacio para la reforma de la Ley de Medios, ni para el tarifazo de gas y la luz que se viene, ni para saber si Palermo será titular o no en la Selección.

Hoy la tele es tucumana, lleva un emblemático poncho rojo con guarda pampa y emite -desde sus parlantes- una voz dulce que envuelve como un factor hipnótico a todo aquel que ama la música. La Negra se está yendo. Es la ley de la vida. Lo que no resulta habitual es que todo un país esté acompañando la retirada de uno de esos protagonistas que ha enaltecido su profesión y, lo que la agiganta aún más, a su propio pueblo.

Y Mercedes Sosa es esa clase de artista. Por eso el dolor, por eso el "Gracias" colectivo. Por eso esta procesión de todo un país que despide, minuto a minuto, a uno de sus máximos referentes de arte y libertad.

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