El desafío de Messi


Llegó la hora del gran momento para el mejor jugador del planeta; deberá confirmar en la cancha todo lo que se espera de su talento. "Que hacés? ¿Cómo está todo? Estoy bien, estoy bien, quedate tranquilo. Estoy enchufadísimo, estoy contento, si la suerte acompaña puede ser nuestro Mundial. No tengo nada, no sé dónde salió eso de que estoy lesionado, en serio, no pasa nada. Acá los pibes estamos con todo, me siento importante. ¡Qué sé yo! Cambiamos el chip, me parece. Es lo que siento ahora, falta que la rompa en este Mundial. Ojalá viejo? Y prepará todo que el 24 [de este mes, día de su cumpleaños] te quiero acá" .

El sentimiento, la ilusión, envasados en la comunicación Pretoria-Rosario, fueron lanzados así desde la habitación N° 10 de la concentración nacional en Pretoria por el joven-hombre-megaestrella que tiene el seleccionado argentino. Desde el lugar que siempre quiso tener habla con el corazón, de hijo a padre. El día anterior al comienzo del Mundial, después de tantas cosas que han cambiado en su vida, es igual que siempre.

Minutos de entrenamiento, otros de descanso y una buena parte de dosis familiar. A la distancia y bien cerca. Es que los primeros en mudarse hasta aquí fueron sus hermanos Rodrigo, Matías y Marisol. "Vengan, está todo ok" , fue el aviso que mandó vía mensaje de texto a uno de sus hermanos para sumarlo en la misión personal que representa este Mundial, que lo tiene como uno de los posibles candidatos a quedarse con el cetro de Sudáfrica 2010.

Pasaron cuatro largos años desde aquella eliminación con Alemania, en el Olympiastadion de Berlín, donde miraba con los ojos perdidos en el piso, con los cordones desatados, mientras sus compañeros se consolaban entre ellos. El, con 19 años recién cumplidos, sentía impotencia por no poder hacer nada para torcer una historia que él veía posible y que José Pekerman no tanto. Messi tuvo su tarjeta de presentación en los mundiales poco tiempo después de sufrir una lesión muscular importante y sin haber alcanzado el peso futbolístico que tiene actualmente. En la temporada 2005-06 había convertido 9 goles y acumulado 1646 minutos. En la que acaba de terminar anotó 47 en 4805 minutos, obtuvo el Balón de Oro y fue coronado como el FIFA World Player. Que Messi ha crecido es algo que no tiene discusión, a tal punto que se ha transformado en el mejor del mundo en lo suyo después de hacer historia con la camiseta de Barcelona.

Mucha agua corrió en los últimos tiempos entre los puentes tendidos entre Alemania 2006 y esta Copa del Mundo. Que para la Argentina comenzará hoy, ante a Nigeria, un seleccionado al que Messi venció en la final del Mundial Sub 20 de Holanda 2005 y en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Aún se está secando el sudor en la frente que significó llegar a estar entre las 32 selecciones del Mundial. Como todo el plantel, no la pasó bien cuando las cosas se pusieron complicadas en las eliminatorias y hasta pensó que él era el problema. Después de la tranquilizadora clasificación, se soltó por completo en esa charla entre un N° 10 y el otro que hubo en Barcelona. Pudo decir claramente que lo que varía entre su equipo y la selección es el entorno colectivo, el esquema, la identidad de un equipo y el otro.

Barcelona es un cúmulo de talentos que lo potencia y lo protege, que le permite esperar agazapado, mientras la pelota circula por todos lados con una buena cantidad de opciones de pase. Es indudable que el fútbol permite más de un análisis y de una visión. Tan cierto como que Messi es el mejor futbolista del planeta en este momento y la Argentina debe aprovecharlo.

Ilusiones acumuladas. Deseos que van por dentro. Toda similitud con Maradona es pura coincidencia. Que sea zurdo, que haya sorprendido al mundo desde su consagración en un Mundial Juvenil o que haya desembarcado en Europa para vestir la camiseta de Barcelona. Maradona aprendió a jugar para la selección sin perder nada de su magia entre los 21 y los 26, el período que justamente atraviesa Messi por la mitad, con 23 años.

No hay excusas, la hora de salir a jugar con Maradona en el banco está cerca. Se nota la ansiedad en sus palabras: "Se ha hablado mucho de mí, para bien o para mal, y no puedo estar dando explicaciones todo el tiempo de lo que se comenta. Lo único que tengo para decir, lo tengo que decir en la cancha. Porque todo esto que estamos conversando, especulando, de nada sirve si uno no logra el objetivo deportivo que se plantea". De ningún modo se trata de un debut más, es el punto de partida con un desenlace abierto entre una historia y la otra. Que la Pulga deberá escribir con sus responsabilidades a cuestas. Con la obligación de demostrar que puede ser el jugador que la Argentina necesita como emblema.

Lo que en todo momento se siente, especialmente en Sudáfrica, es que el seleccionado tiene en Messi un genio de la magnitud de lo que fue Maradona para el fútbol mundial. No son pocos los que sienten en el búnker de Pretoria que al fin se pudo dar con el eslabón perdido. Para acabar con las discusiones sobre sus condiciones sólo falta que la "rompa" -como él dice- en un Mundial y levante la Copa. Por que eso es lo que esperan todos los argentinos, que aparezca alguien y les alegre la vida como lo hizo alguna vez Diego.

Para cuando Messi salga al campo de juego del Ellis Park con la camiseta N° 10, habrán pasado 24 años, o seis mundiales, para ser más gráficos, de continuas frustraciones. Y en esos primeros pasos hacia el primer partido ante Nigeria, mirará al cielo, hará un ruego personal, y luego, afrontará el hecho más importante de su vida futbolística.

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