Fuimos locales otra vez!!!!


Desde muy temprano en la mañana sudafricana, mareas de compatriotas con elementos celestes y blancos desandaron las calles de Johannesburgo para acercarse al estadio principal del Mundial, donde la Selección enfrentó a Corea del Sur. ¡¡¡¡Fuimos locales otra vez!!!!

"¡¡¡¡Es un sentimiento, no puedo paraaaaaaarrrr...!!!!!" El canto brota afinado de la boca de Pedro, un tucumano de 38 años que vive en san Pablo y se corrió hasta Sudáfrica para alentar a la Selección. En su mano derecha, una bandera argentina es revoleada al ritmo del cántico. "La voy a colgar de algún lado después. Y seguro que entonces lo que revolearé será la campera", asegura con un dejo de euforia contenido.

A diez metros, Agustín, Samuel y Patricio tocan una vuvuzela pintada de azul a modo de aliento para nuestra Selección. "Venimos desde Mar del Plata. Nos decidimos a venir cuando Palermo convirtió el tanto en el descuento ante Perú. Ahí dijimos que no podían ser tantas coincidencias juntas, que esa es una señal muy fuerte. Por eso empezamos a manguearle a los amigos y conocidos para viajar al Mundial. Estamos seguros de que saldremos campeones, está escrito", asegura el segundo de ellos.

Con una bandera que reza "San Rafael Presente", Liliana abraza a su marido, Hugo, y le dice que quiere llegar lo más rápido posible así le encuentra un lugar a su "trapo". "Es que en la otra cancha también la quise colgar y no pude, no había lugar. Pero como esta cancha es más grande, capaz que encuentro un pedacito en dónde ponerla. Vamos a ver, para mi es un orgullo poder estar acá. Y para mi pueblo también, por eso el mensaje de mi patria chica en una bandera..." , afirma, mientras su esposo hace el gesto de "está loca".

A 300 metros del estadio, dos decenas de muchachos caminan a paso rápido, como ganados por la ansiedad de los sonidos de las vuvuzelas, que se oyen ya a un kilómetro de la cancha. "Vamos, vamos, que tenemos que ubicarnos lo más juntos posible. ¡¡¡¡vamos, Argentina, mierdaaaa!!!", grita uno de ellos, mientras casi trota para llegar lo antes posible al Soccer. Sus compañeros lo siguen mostrando las entradas en la mano, como tratando de evitar cualquier sospecha de que son barras.

La Falda, Pergamino, Chivilcoy, Plumerillo, Santa Fe, General Pico, Bahía Blanca, Carlos Casares, Formosa, San Ignacio, Pumamarca, Comodoro Rivadavia y San Luis son algunas de las banderas que asoman en los alrededores del Soccer City, cuando faltan horas para el inicio del match.

Claudio, de Santa Rosa, toca un bombo que, según él, es propiedad de los muchachos de su barrio y se lo cedieron en "comodato" hasta el final del Mundial. Claro: él sabe que será complicadísimo ingresarlo al estadio, pero no pierde la esperanza. "Cualquier problema me das una mano, hermanito", alcanza a pedir.

Nacha, Alicia, Facundo, Juampi, Salcedo y Simona son amigos que hace cuatro años terminaron el secundario en Villaguay. "En aquel entonces nos quedamos con las ganas de ir a Alemania, no nos alcanzó la plata. Así que guardamos aquellos ahorros, seguimos encanutando cuatro años más y... aquí estamos. ¡¡¡Felices de la vida de poder alentar a Diego y sus muchachos", dice la Alicia, desde su casi metro noventa y piernas largas como la torre de iluninación del estadio con forma de calabaza. Los argentinos ya están cerca. Se sienten, se sienten...

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